martes, 11 de mayo de 2010

Marsilio y Maquiavelo

Marsilio y Maquiavelo

Hay que remontarse a Marsilio de Padua para encontrar, antes de Nicolás Maquiavelo, un autor que analice racionalmente la realidad política y la explique por sus propias causas, independientes de principios religiosos o morales trascendentes. No hay certeza de que Maquiavelo hubiera leído al filósofo paduano. Baldassare Labanca, el primer y más entusiasta reivindicador de la modernidad de Marsilio, ya había dicho que el paduano se habría anticipado al pensamiento de Maquiavelo con sus tesis sobre la utilidad social de la religión y su diseño de la arquitectura del Estado moderno. El emparejamiento entre Marsilio y Maquiavelo venía de más lejos. De manera explícita lo encontramos en los propagandistas católicos de la Contrarreforma. A su juicio, Aristóteles es la raíz de todos esos males: las tesis filosóficas del aristotelismo (eternidad del mundo, mortalidad del alma, búsqueda de explicación natural a los milagros) y las tesis que negaban el supremo poder temporal del Papado eran dos caras de la misma visión naturalista del mundo. 2061169568

No obstante, la mayoría de las abundantes conexiones indicadas resultan algo apresuradas y muy vagas. Antonio Toscano tiene el mérito de haber escrito la primera monografía comparativa de la filosofía política de los dos y su objetivo es mostrar más las diferencias que las semejanzas. Se encarga de resaltar la diferente realidad social de sus respectivos contextos y destacar las divergencias en su concepción del hombre. Parte de la hipótesis de que Marsilio mantiene el carácter moral de la política o el dualismo medieval entre el ámbito espiritual y el temporal. Sin embargo, aunque uno admita con él que no se puede establecer una dependencia textual, predomina la impresión de que la detallada comparación ha servido para iluminar mejor precisamente la sintonía entre los dos filósofos y su coincidencia en la unidad del poder y en el rechazo de todo poder de origen espiritual o religioso.

La tradición medieval daba a la paz un valor ético, en la acepción platónica y cristiana de la facultad ordenadora del alma, y Marsilio le asigna un papel funcional para la consecución de la “felicidad civil” que corresponde estudiar a la ciencia política, más que a la teología moral.

Lo significativo de la llamada “a libertar Italia de los bárbaros” no es la nostalgia del pasado romano, sino la apelación al “Defensor”, al que los dos escritores dedican sendas obras: al “muy ínclito Luis de Baviera, emperador de Romanos” y al “Magnífico Lorenzo de Médicis”. Les exhortan a que acometan la “empresa justa” de imponer, de una vez por todas, la tan esperada paz, frente a los “usurpadores”, “opresores” o “bárbaros”. Para dar una respuesta filosófica a la endémica guerra italiana, los dos pensadores basándose en la Política de Aristóteles, coinciden en que para superar la guerra civil endémica exige centralizar las funciones del gobierno y unificar al máximo el poder. Marsilio desemboca en una interpretación unitaria de la soberanía y refuta la doctrina de las dos espadas: sólo puede haber un poder, el que hunde sus raíces en el pueblo y está en manos del príncipe.

Marsilio: La principal amenaza para la libertad de las comunidades políticas y para el normal y correcto desarrollo de la vida pública son las ambiciones personales de unos pocos.

Para los dos la razón del deber cívico (Maquiavelo) o de la obediencia de la ley (Marsilio) NO es asegurar la libertad personal, sino la libertad colectiva de la república.

Si el republicanismo de Maquiavelo considera a los hombres ciudadanos responsables de la vida política y de su destino, en el Príncipe, se requiere la institucionalización del poder porque los errores de los hombres no tienen otro remedio que la acción política, es decir, los hombres se equivocan y necesitan un príncipe que los someta. En la filosofía marsiliana es un principio básico la afirmación de que “todos” los hombres y no sólo “algunos” desean una vida suficiente y tienden a evitar lo que la impida, por lo que el establecimiento de la ley es cosa de todos y no impuesta por el príncipe.

Hay un contraste entre la arbitrariedad del príncipe maquiavélico y el sometimiento a la ley que Marsilio exige al príncipe, incluso con la posibilidad de ser corregido y castigado por su infracción5. Si para Marsilio el pueblo constituye la base última de la legitimidad del poder, eso no significa que le reconozca derechos democráticos en el concepto moderno de soberanía popular: para defender derechos o libertades individuales. Tampoco lo hace Maquiavelo, que, cuando habla del poder del pueblo se refiere más bien a lo que podríamos llamar la opinión pública, su influencia en la acción de gobierno y su peso en el éxito del príncipe.

En el pensamiento maquiavélico la asunción del gobierno es resultado de la fuerza, que se tiene antes por mérito propio y se ejerce para conseguir el gobierno: la fuerza es el medio fundamental para hacerse con el poder.

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